La culminación de una vida...

... apasionante.



Era una noche cálida y tranquila, pero en su interior la inquietud y el nerviosismo eran los sentimientos que predominaban. A sus 60 años había conocido muchos momentos con ese característico sabor en la boca que su estado de ánimo le dejaba. Pero esta vez, había… mucho más. Habían pasado los tiempos de traiciones y derrotas, de distintos reyes que diversas obligaciones le habían obligado a adoptar… tantas derrotas.

Pero él era noble, sabía que el camino que estaba recorriendo era para dejar a su casa, una nobleza que duraría mucho tiempo. Y ahora esta contienda.

Desde la altura en la que se encontraba, se veía rodeado de los suyos, sus gentes, sus mejores caballeros, sus parientes, su rey, su hijo en el que tantas esperanzas había puesto, valiente y bravo. Todo ello le confortaba, pero, la noche no podía ocultar la vista de un imponente ejército, visible a media luz entre las luces de sus hogueras. Era inmenso y terrible. Una invasión a la que habían salido al paso, y ahora, después de tantos días, después de tantos años de espera, parecía que ante ellos no había victoria posible.

Recordaba la decisión de su rey de afrontarlo. De tantas alegrías en la búsqueda de aliados. Los primeros los aragoneses con su rey al frente, un enorme número de ultramontanos, tantas ciudades y fortalezas, tantos caballeros a título individual, de León, Portugal, y los navarros con su rey al frente.


     Todo ello no podía hacer olvidar un nombre fatídico, Alarcos. Siempre había algo que le recordaba el amargo sabor de la derrota y la muerte de los suyos. En las últimas semanas la deserción de muchos de los ultramontanos , buenos caballeros, necesarios en la batalla que se avecinaba, era  algo que había pesado en los corazones de todos.


     Pero el plan seguía adelante y los obstáculos se iban salvando como  el paso del Guadiana sembrado de abrojos que herían a los hombres y a los caballos o al final del trayecto cuando se encontraron el paso de la Losa en Sierra Morena, bien protegido por los Almohades. El paso que se pudo superar gracias a un pastor que les mostró el camino y a la fuerza de sus armas en la toma de las alturas. Y ahora se encontraba allí, en un paraje aislado y solitario, frente a un ejército enemigo que posiblemente les superaba en el doble de soldados.

Pero había un sentimiento que se imponía, un sentimiento cada vez más intenso que le hacía reforzar su decisión. No había vuelta atrás, no había alternativa ni retirada. Habían superado Sierra Morena y estaban de cara a la invasión almohade. Era vencer o morir y ser invadidos. Todo dependía de ellos.

Su táctica de combate era clara. Todo ese día habían resistido los ataques de aquellos árabes que les incitaban a un ataque desordenado, que les provocaban para llevarles a un desastre sin salida, pero, en todos estos años, habían aprendido la lección. Atacarían por la mañana, el 16 de julio de 1212, ordenados y firmes, después de haber descansado y de acuerdo a la estrategia que ya habían planeado.

 ...


Por la mañana se encontraba al frente de la caballería pesada castellana, con sus sobrinos y su hijo. Cientos de caballeros que en diversas oleadas intentarían vencer a los sarracenos. El peligro principal eran la temible caballería enemiga que por los costados de su ataque, ya había destrozado a su ejército en Alarcos. Pero para proteger sus flancos, a su izquierda los aragoneses, y a su derecha los pocos navarros apoyados por los concejos castellanos, que también apoyaban en menor medida a aragoneses y castellanos. Una segunda fila con expertos caballeros y peones de las órdenes militares. Dejó de pensar en los flancos.





El terreno que le separaba de los almohades era bastante liso, suficientemente bueno para el ataque. Pero desde la mitad del recorrido había una pendiente que poco a poco se iba convirtiendo en una dura subida. Los sarracenos se dividían en tres grupos, con su retaguardia protegida por un palenque con cadenas, y dentro se encontraba la guardia negra de voluntarios que protegían la gran tienda roja del Califa Al-Nasir. A ellos se enfrentarían.

Cruzaron fácilmente el terreno en bajada. Cientos de caballeros en un ataque despiadado  se enfrentaron a la primera línea de tropas ligeras que gracias al orden que llevaban, no consiguieron descabalgarles ni desordenarles. Fue entonces cuando se enfrentaron a las diversas líneas de los soldados  que iban a continuación.
Atravesaron estas líneas pero el terreno en cuesta era excesivo. El avance fue brillante, pero el terreno en pendiente y el enorme número de soldados enemigos fue determinante. La acometividad estaba en entredicho, por lo que solo cabía la defensa. Pronto, la segunda línea cruzada apoyó su ataque con las formidables fuerzas de las órdenes militares, pero todo resultó insuficiente.

El calor sofocante y el renovado ataque de los excelentes soldados almohades era abrumador. Sintió en su garganta el sabor que tuvo la noche anterior. Los soldados más inexpertos retrocedían y empezaban a huir pero él no podía hacerlo. No había otra opción. Vio a su hijo Lope, a sus sobrinos y a sus caballeros peleando tenazmente y comprendió que no iban a retroceder y mandó poner bien visible su estandarte. En medio del caos se pudo ver desafiante, demostrando que no retrocederían, aún en la derrota, aunque esta fuera inevitable. 

En ese preciso momento, la tercera línea almohade atacó para aprovechar la victoria, haciendo imposible la recuperación de su acometividad. Luchaban ya no por la victoria, sino por su vida. Toda su vida y el futuro de su noble casa y de su descendencia estaban en juego en aquella mañana de julio en aquel lugar perdido.

Pero un sonido se impuso al caos que reinaba en todo el lugar. Un potente ruido de caballería se iba acercando. Cientos de caballeros castellanos, aragoneses, navarros con sus tres reyes al frente, así como caballeros leoneses, portugueses y franceses al mando del  arzobispo de Narbona junto con los restos de las órdenes militares movilizando todo lo que les quedaba, realizaron un inmenso ataque. Llegaron hasta la posición central consiguiendo dar acometividad al ataque. Lograron atravesar las tres líneas almohades llegando hasta el palenque donde fueron rotos las estacas y las cadenas que lo reforzaban por diversos puntos. Aragoneses, castellanos y navarros pudieron romperlas y abrirse paso hasta la mismísima tienda del Califa Al-Nasir. Estas cadenas se incorporaron a diversos escudos aragoneses y castellanos y al escudo de Navarra, así como la gema verde del califa. Durante el resto del día los sarracenos fueron perseguidos y abatidos.






 ...



Desde las murallas de la ciudad, observaba el espacio que se abría más allá. Después de la conquista de Baeza tras su abandono y de la propia Úbeda en donde se encontraba por conquista tras una dura batalla, no les quedaba otra opción que la retirada. Las enfermedades estaban haciendo estragos y tenían que volver a casa. La falta de comida y de higiene podían convertir su victoria en un desastre.

Él no volvería a aquellos lugares. Sabía que su edad sería suficiente obstáculo, pero su hijo Lope y los demás intervinientes en la batalla, aprovecharían el camino que habían abierto y el peligro de invasión que habían solventado, para reconquistar aquellos territorios pocos años después. 

En su escudo, de dos lobos sobre fondo de plata, le añadiría dos corderos en sus bocas y rodearían con ocho cruces de san Andrés sobre fondo rojo, en recuerdo de la batalla de habían tenido, llamada...

La batalla de las Navas de Tolosa.



Don Diego López II de Haro señor de Vizcaya, La Rioja y Transmiera, Asturias de Santillana y La Bureba y posteriormente de Durango y Álava, llamado “El Bueno” y también “El Malo”.


     El rey Alfonso VIII sintió enormemente su muerte que se produjo el 16 de septiembre de 1214...

dos años después...

 y fue enterrado en el claustro del monasterio de Santa María la Real de Nájera (La Rioja).

Donde se encuentra en la actualidad

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